En la primera semana del mes de febrero finalizaron las clases
para los alumnos de 4º de ESPA (Enseñanza Secundaria Para Adultos) de la
Escuela de Adultos de Calvià. Unos empezaron en el mes de febrero del año 2011,
otros en el mes de octubre del mismo año. Los había que estaban en el paro,
otros trabajan algunas horas al día y pocos esperaban una fecha para
incorporarse al mundo laboral. Todas las tardes de 16 a 21 horas, cuando
entraban en el aula se les abría la esperanza de alcanzar un enriquecimiento
personal, y para la mayoría, además, un futuro profesional que solo llegaría
con la obtención de un título académico básico. No eran un grupo homogéneo, se
conocieron en las aulas a lo largo de 8 meses. Las edades formaban un abanico
de años que iba de más allá de los 40 a los que apenas tenían 18. Es habitual
que haya en un centro escolar de personas adultas esta disparidad generacional.
Con el paso de los días, las experiencias vividas a lo largo de la vida no
fueron una barrera en las relaciones entre ellos, todo lo contrario, fue un
ejercicio de tolerancia y respeto. La inquietud de los primeros días de clase
dio paso, poco a poco, a la cortesía, la alegría y al compañerismo. En poco
tiempo nadie fue indiferente para nadie. Algunas veces las clases se alargaban
más allá de las 9 de la noche. Nunca se quejaron, esperaban a que el profesor,
poco atento con el reloj, diese por finalizada la clase.